11 de la mañana
Esperando a alguien o algo.
Hopper nos regala otra de sus enigmáticas narrativas, otro de sus cuadros donde somos nosotras quienes debemos completar la historia.
En este caso es esa mujer sentada en un sillón mirando por la ventana de su apartamento. Creo que no pasa desapercibido que está desnuda, con esa piel pálida. Pero lo que más me llama la atención son esos zapatos planos que calza. Como si estuviera dispuesta a salir a esa calle que está mirando. Sólo le hace falta coger el abrigo de la izquierda. Quizás lleva toda la noche mirando por esa ventana, y a las 11 de la mañana le da por fin la luz del sol que estaba oculta tras los edificios.
No sabemos qué pasa en ese apartamento iluminado por el sol de la mañana. No sabemos dónde es ese lugar. No sabemos quién es esa mujer. No se le ve el rostro (aunque sí esa maravillosa nariz). Podemos ser cualquiera en cualquier sitio, cualquier mañana a las 11 AM en punto, esperando a alguien o algo.
Hopper nos deja entrar en esa misteriosa intimidad. Nos deja contemplar esa serena soledad tan característica de su pintura. Nos hace partícipes e incluso nos permite imaginarnos como protagonistas.