Puesta de sol en ferrocarril
El cielo parece sangrar en esta obra.
Ya habíamos visto a Hopper pintando una casa al lado de la vía del tren, y durante su carrera el pintor realizó muchos otros cuadros relacionados de una u otra manera con el ferrocarril.
Es como un retrato de «la movilidad y el desarraigo» que sugiere el tren, un transporte que proliferó en Estados Unidos con la depresión económica de la década de los treinta y se convirtió en un elemento iconográfico, casi mitológico e esos años de éxodos e ilusiones colectivas.
Hopper tiene presente el viaje como una salida hacia un destino. Trenes, estaciones, moteles, tiendas, oficinas… Los personajes de Hopper nunca están en su hogar, aunque suponemos que quieren llegar a él.
Si es que hay personajes… Aquí solo vemos un paisaje solitario: Está atardeciendo en Nueva Inglaterra y las vías del tren brillan con el ocaso. A contraluz, vemos a la izquierda un solitario puesto de enclavamiento.
Hopper quiere con su paleta ser realista desde la modernidad. Quiere reproducir de forma fiel los fenómenos naturales como un atardecer, pero no puede evitar dar ese toque de irrealidad suyo. El cielo parece sangrar en esta obra.
Personalmente, este obra también me recuerda al magnífico atardecer de Félix Valloton.