Sol de la mañana
La soledad y el silencio de la mañana.
Una vez más Hopper pinta a Josephine (Jo) como modelo en soledad y silencio, bañada en la luz del sol de la mañana. Cuando Jo posó para este cuadro tenía 69 años, y el artista muestra lo bien que se conservaba su musa (y también artista).
El cuadro es hermosamente austero: la modelo en su cama, en una habitación sin ornamentos y una ventana en la que se ve un cielo azul y un edificio de ladrillo rojo. Eso es todo. Con eso Hopper ya plasma perfectamente la ciudad americana.
El pintor lleva al lienzo sus cientos de bocetos sobre esa simple idea que rondaba su cabeza: el contraste entre interior y exterior y la luz de la mañana incidiendo en todos los elementos.
Por supuesto este cuadro es otro ejemplo de silencio. En la obra de Hopper, aún cuando hay varios personajes, nadie parece comunicarse con nadie. Según parece, eso era un reflejo del propio artista, que era bastante parco en palabras. Frente a la parlanchina y bajita Jo, el alto Hopper era un tipo de lo más silencioso. Ya lo decía él mismo: «Si pudiese decirse con palabras no sería necesario pintar».