Afgano invisible con aparición, sobre la playa, del rostro de García Lorca, en forma de frutero con tres higos
El espectral rostro de Lorca, los tres higos y una playa.
Falta poco para que la corriente llamada surrealismo cumpla su primer centenario. Nacido como movimiento artístico revolucionario iba en contra del sistema búrgues y se puede decir que André Bretón, con su Manifeste du surréalisme, fue el padre de este movimiento. Pese a que muchos artístas siguieron la corriente, la palabra surrealismo evoca a un nombre propio. Salvador Dalí.
Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (…) Yo iré a buscarte para hacerte una cara de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor y viviremos juntos con una máquina de retratar.
Palabras de Salvador Dalí a Federico García Lorca.
La amistad entre Dalí y Lorca, se gesta intensamente en la década de los años veinte del siglo pasado, y nos regalan un testimonio cultural para la historia. Una de esas muestras es el cuadro Afgano invisible con aparición, sobre la playa, del rostro de García Lorca, en forma de frutero con tres higos que Dalí pintó a los dos años de que Federico García Lorca fuera fusilado por los fascistas. Esta obra tiene similitudes con Enigma sin fin o El torero alucinógeno donde, en ambas, el universo de los espectros toman fuerza en la escena.
Como un ilusionista, el pintor hace aparecer en un paisaje simbolista, de manera espectral, el rostro del poeta enmarcado en un frutero. Los dos personajillos que están sentados bajo el recipiente le dan vida a la mirada soñadora de García Lorca que contrasta con la palpable realidad de los higos. La nariz, los labios y la barbilla del poeta nacen de una figura de una bailarina, rasgos de la sensibilidad del poeta. Un perro de raza afgana corona la escena confundiéndose con las siluetas de las rocas y el cielo. El onírico paisaje, en tonos tierra y azulados, es una playa de Cadaqués donde Lorca estuvo durante la Semana Santa de 1925 y el verano de 1927 en casa de los Dalí.
Las ilusiones ópticas son un recurso recurrido en el mundo delirante de Dalí donde ciencia y misticismo se conjugan. Estos ingredientes dalinianos captan de inmediato y conectan con el espectador, pues su obra es reflejo de lo que él fue. Surreal, provocadora, reaccionaria, extravagante… Él. Salvador Dalí.