Anciano con su nieto
Abuelito dime tú.
Dicen que la función de nuestros padres es educarnos, hacernos personas de provecho, y la de los abuelos mimarnos, darnos algún capricho que otro. Esta es en parte la idea que reflejan las miradas de los personajes en tan tierna escena, el abuelo sujeta en brazos a su nieto, un infante.
Ambos van vestidos de rojo, y la elegante túnica del mayor o el gorro del pequeño dan a entender que se trata de una familia acomodada en la Italia del siglo XV.
Desconocemos a los protagonistas de esta obra, algunas teorías al respecto especulan incluso que Ghirlandaio originalmente tuviera que retratar únicamente al anciano, y que decidiera añadir al niño para darle un toque más entrañable, reflejar un amor familiar tan puro, la bondad.
Ghirlandaio, considerado uno de los mejores retratistas del momento, pinta al mayor con absoluta honestidad: el pelo canoso, las arrugas habituales de la edad…y el detalle más significativo: la nariz. La piel de su nariz está deformada, lo cual se debiera posiblemente a la rinofima, una enfermedad en la piel que suele aparecer en los hombres a partir de los 50 años.
En el lado derecho, por encima de la cabeza del infante, una ventana nos ofrece la vista a un paisaje habitual en las obras de Ghirlandaio. No es un lugar que podamos reconocer, pero su gama de colores nos hace separar perfectamente cada fragmento de él claramente, no está difuminado.