Apolo y Dafne
Bernini transformó la poética del mito a una sola imagen de mármol.
Gian Lorenzo Bernini, como buen amante del dramatismo, la expresividad, la luz y el dinamismo, realizó este grupo escultórico lleno de sensualidad y movimiento.
El tema que se desarrolla en esta escultura tiene origen en el poeta romano Ovidio, en un pasaje de su obra La Metamorfosis. Apolo fue maldecido por Eros, dios del amor, tras haberse reído de él por jugar éste con un arco y una flecha. Como castigo, Eros lanzó una flecha de oro a Apolo que le haría enamorar locamente por la ninfa Dafne. A ella le lanzó una flecha de plomo que hizo crecer en ella un sentimiento de horror imparable hacia Apolo.
Apolo insistió rogándole a Dafne que se quedara con él. La ninfa lo rechazó e intentó escaparse, entonces el joven enamorado salió tras ella. Dafne al verse atrapada pidió ayuda a su padre, el dios río Peneo de Tesalia, que la convertiría en un árbol. La ninfa sintió tanto miedo que se ve forzada a sacrificar su cuerpo el resto de su vida y convertirse en Árbol de Laurel como única escapatoria a las presiones y constantes deseos sexuales de Apolo.
El escultor italiano plasmó a la perfección y a tamaño natural uno de los instantes más importantes del pasaje del mito que relata Ovidio. Escogió el momento exacto en que Apolo da alcance a Dafne y ésta comienza a convertirse en árbol.
Es más que notable la influencia de la escultura helenística de la que bebe el artista; el canon de siete cabezas y media en el tamaño de las proporciones, y el juego constante con la luz y el claroscuro de las sombras para dar realismo y volumen a los cuerpos y los ropajes.
El dramatismo se hace hueco en los rostros de las figuras. Dafne se expresa con gran miedo al sentir la mano del joven dios tocando su torso. Sin embargo, Apolo se muestra atónito al ser testigo de la transformación de la ninfa, justo en el momento en el que parecía haberla atrapado.
La obra tiene una gran característica como escultura de bulto redondo que se trata, y es que puede llegar a ser vista desde diferentes puntos de vista. Si se observa desde la espalda de Apolo, su figura esconde a la de la ninfa y se puede disfrutar de la imagen del Árbol de Laurel.
La inestabilidad es una sensación muy presente en esta composición abierta, debido a las líneas curvas y paralelas de los cuerpos. Pero se consigue el dinamismo y el equilibrio visual más armonioso con las líneas diagonales de movimiento.
Aunque posiblemente, lo más impactante es el virtuosismo de Bernini. Consiguió hacer con el cuerpo de Dafne algo que parecía estar fuera del alcance del mármol. Su figura parece estar flotando en el aire.
Luego, los cabellos, los ropajes y las ramas de árbol, realizadas con gran detenimiento y dedicación a la escultura. En Dafne, destaca el movimiento del cabello y la transformación al árbol. Incluso el propio Bernini, afirmó años después su orgullo por el movimiento tan elegante del cabello de la ninfa.
Hasta entonces, nadie había intentado nada igual en el arte de la escultura. La obra otorga a la vista un gran placer al ser observada de cualquier punto de vista, incluso llegando a cuestionar si es posible hacer algo así con mármol. Es tal la magnitud del grupo escultórico, que incluso los detractores de Gian Lorenzo Bernini afirmaron que esta es la obra cumbre el artista.