Gian Lorenzo Bernini
Italia, 1598–1680
Arquitecto, dibujante, pintor… Bernini fue un verdadero hombre del renacimiento en el Barroco, y rozó la genialidad en todas las artes que cultivó. Pero si en algo destacó este artista básico de la historia del arte universal fue en el terreno de la escultura. De hecho, Bernini no tuvo rival en esa disciplina durante el siglo XVII, aunque desde luego es sonada la rivalidad con Borromini, el otro gran artista romano de la época, que se dice que era más arisco y menos carismático.
En su obra, donde se pone un visible acento en el dramatismo de la narrativa, se muestra de forma clara la psicología de los personajes, ya sean mitológicos o religiosos. Esta caracterización psicológica de los retratados, que Bernini esculpe repletos de fuerza interior, junto a la delicadeza de los acabados, dan un naturalismo extraordinario. El frío mármol parece cobrar vida en manos del artista.
Es evidente la influencia de de los clásicos y Miguel Angel, pero también del naturalismo de sus colegas barrocos, incluso pintores como Caravaggio del que admira su materialidad y sus claroscuros que él adopta para la escultura como si no hubiera barreras entre las diferentes disciplinas artísticas. Fue uno de esos artistas que inició la revolución desde la tradición. Sus santas en éxtasis son lo que hoy en día vemos en modelos erotizadas de publicidad.
Porque Bernini fue un revolucionario en muchos campos del ámbito escultórico. Para empezar, fue el que acercó la obra al espectador, haciéndolo partícipe de la acción, rompiendo las fronteras tradicionales del arte. Como buen barroco, gustó del movimiento. Sus ropajes, por ejemplo, ya no caen en grandes pliegues a la manera clásica, sino que los retuerce y deforma para incrementar el dinamismo y la agitación. También resultan sumamente novedosas las complejas relaciones entre la escultura y el espacio circundante. Bernini concibió muchas de ellas para ser observadas desde un punto determinado.