Fuente de los cuatro ríos
Los cuatro grandes ríos del mundo.
Esta es la historia de dos grandes artistas. Dos contemporáneos. Dos formas de ver el barroco. Dos genios, uno siempre a la sombra del otro.
Tenemos a Lorenzo Bernini, el niño prodigio, rico, popular, brillante, simpático, perfecto. Y tenemos a Francesco Borromini, austero, religioso, callado, antisocial. Este último vio una y otra vez como Bernini se ganaba los favores de varios papas y era aplaudido por toda Roma, mientras que él luchaba continuamente por sacar a relucir su genio, aunque a diferencia de su rival, no parecían interesarle ni las riquezas ni el reconocimiento.
Uno de los proyectos que Borromini tenía en mente era la construcción de una fuente en la Piazza Navona de Roma que simbolizaran a los cuatro grandes ríos del mundo. De piedra se debió quedar cuando no solo le dieron el proyecto a su mayor enemigo, sino que éste se apropió de su idea.
Aunque el resultado está a la vista de todos: una colosal maravilla que provoca stendhalazos a quien por ahí se pasa.
Bernini recreó el Ganges, el Nilo, el Danubio y el Río de la Plata, los principales ríos de los cuatro continentes conocidos hasta la fecha, en forma de cuatro gigantes de mármol, todos descansando en una gran piscina elíptica sobre la que se eleva el obelisco de Domiciano.
El Nilo tiene los ojos vendados, representando los orígenes desconocidos del río; el Danubio mira hacia el escudo de Inocencio X, el gran mecenas del artista; el Ganges sostiene un remo ya que es un río navegable, y el Río de la Plata está rodeado de monedas para simbolizar la riqueza del Nuevo Mundo. Así el artista representa de forma eficaz la universalidad y expansión por los cuatro rincones del mundo del catolicismo, idea original de Borromini.
Fauna y flora de todo tipo rodea a los ríos, y si giramos en torno a la fuente descubrimos nuevas y sorprendentes especies terrestres y marinas que estaban ocultas, de cocodrilos a dragones, pasando por leones y caballos, muchas de las cuales funcionan de desagües y canalizaciones. Por supuesto, como buen barroco, Bernini tuvo muy en cuenta el sonido del agua cayendo y los reflejos y sobras de la luz en el espacio para crear una obra de arte total.
El pobre Borromini sólo pudo resignarse. Bernini había ganado. Al menos a pocos metros de la fuente se encuentra la iglesia de Santa Inés, una puta maravilla de fachada cóncava construida por él. Toda Roma aplaudió que en una plaza existiera tal diálogo artístico entre los dos principales creadores del barroco.
Sin embargo la leyenda de la rivalidad entre Bernini y Borromini llega hasta hoy. Si observamos el grupo escultórico de Bernini vemos como el Nilo tiene los ojos cubiertos para no contemplar la iglesia de Santa Inés, mientras que el Río de la Plata está horrorizado por la arquitectura de Borromini y parece querer protegerse de su derrumbamiento.
Aunque jugosa, la leyenda es totalmente infundada… La Fuente de los cuatro ríos se terminó antes que la iglesia de Santa Inés. En realidad Borromini construyó su iglesia frente a la obra de su rival, complementándola. Mejorándola, si lo queremos ver así.
Borromini acabaría sus días bajo la sombra de su rival. Profundamente deprimido quemó sus escritos y diseños y se suicidó arrojándose contra su espada.