La fuente de Tritón
Bernini tenía que ser.
Cuando hablamos del arte Barroco, es imprescindible tener en cuenta un aspecto que influenciará de manera directa a la producción artística: las remodelaciones urbanísticas.
En este caso nos situamos en Roma, lugar que fue aumentando su esplendor con diferentes proyectos impulsados por el papado. Es por eso que no nos debe sorprender que esta fuente fuera propulsada por Urbano VIII (Maffeo Barbernini) en una plaza donde estaba situado el palacio de su familia (¿Casualidad…? Para nada). Pero también debe tenerse en cuenta que las fuentes tomarán mucha importancia, por un lado porque una de las mejoras que se realizarán tendrán relación con la construcción de nuevos acueductos (en este caso era el Acqua Felice la que nutría la fuente); pero por otro lado, porque se convertirán en grandes reclamos escultóricos, pues mientras que antiguamente las fuentes acostumbraban a tener una mayor parte arquitectónica que escultórica, en el Barroco esto cambiará.
Es con todo esto que podemos empezar a entender esta maravillosa Fontana del Tritone, hecha de mármol travertino, que no solo destaca por su maestría técnica, sino por su iconografía, y es que no podemos olvidar que en el Barroco los dobles sentidos tendrán una gran relevancia (¡Especialmente si pensamos que eran una gran publicidad para los papas!).
La fuente está construida a raíz de un primer tanque que acoge el agua, de donde parten cuatro delfines (sí, delfines) que aguantan una concha abierta, sobre la que está Tritón soplando un caracol marino. Para empezar podemos relacionar los animales como símbolo de la bondad y la vocación social del papado.
En segundo lugar nos encontramos con el escudo de los Barberini, donde se representan las tres abejas heráldicas de la familia, junto a las llaves cruzadas (elemento que observamos en otras obras, como el famoso Baldaquino de San Pedro). Finalmente está Tritón, que se ha relacionado con un fragmento de la tan conocida obra de Ovidio: Las Metamorfosis, en el que se narra como el protagonista sopló por una concha marina para detener una inundación que acechaba la ciudad. Una figura que —cómo no— está representando el poder de Urbano VIII, haciendo referencia a su conocimiento y vinculando el saber con la inmortalidad.