Medusa
El dolor detrás del monstruo.
Todos han escuchado de ella. Medusa, el monstruo que convertía en piedra a todo aquel que la mirara. Se ha retratado en pinturas, cuentos e incluso en películas; siempre como la mujer que no se rodea de nada más que esculturas víctimas de la curiosidad que los llevó a ella. También se sabe la forma en la que Perseo logra verla indirectamente por un escudo y, finalmente, decapitarla para Atenea, quien usaría su cabeza en un escudo para todas sus batallas.
Se han hecho tantas adaptaciones de ella que cuando Bernini crea esta escultura pareciera que habla de otro mito griego. ¿Cómo es que nos hace ver un monstruo de forma tan humana? Con una maestría inigualable y el dramatismo característico del barroco, Bernini nos trae una Medusa que sufre. No es un monstruo, sino una hermosa dama que se encontró en medio de la pelea entre Atenea y Poseidón y fue condenada el resto de su vida.
Bernini logra capturar la metamorfosis de Medusa cuando Perseo la decapita, el dolor y sufrimiento en su semblante logra decirlo todo y, por un momento, olvidamos que se trata de un monstruo. De pronto, te das cuenta de que has estado admirando una escultura por un tiempo y que, aún siendo de mármol, Medusa te ha petrificado.
Bernini 1, nosotros 0.
Hegel decía que el arte ya no se trataba de la imitación, sino de la expresión; el representar el interior, las pasiones y estados del alma.
Esta obra es solo uno de los muchos ejemplos que nos recuerdan toda historia cuenta con más de una versión de los hechos y que incluso aquello que siempre se nos ha presentado como horrible puede ser hermoso.