Armonía en rojo
Una de las obras más conocidas de Matisse.
Matisse combina aqui tres géneros en uno: bodegón, retrato y paisaje.
En aquellos días lo normal era pintar siguiendo unas reglas básicas de naturalismo, sombras y perspectiva. Como vemos aquí, el pintor se pasó por el forro todas ellas. Una nueva revolución se avecinaba en el arte: el fauvismo.
Para el artista lo importante era la fuerza de los colores. La mesa se confunde con la pared, el paisaje es casi abstracto, la perspectiva es, ya no rechazada, sino directamente violada. El cuadro es una pura decoración pictórica.
La crítica no era partidaria de Matisse en esos primeros años: sus cuadros eran «monstruosidades infantiles sin sentido ni vergüenza» o «mensajes peligrosos salidos de un manicomio». Se dijeron de él cosas como «grotesco, primitivo, animal, diabólico, bárbaro y canibalesco»…
Pero a pesar de esto, todo el mundo se acercó a ver estas innovadoras pinturas. En Montmartre, Picasso y su banda escribieron en las paredes: «¡Matisse te vuelve loco!», «¡Matisse es más peligroso que el alcohol!».
Un visionario con dinero, el ruso Sergei Shchukin le dijo a Matisse: «El público está contra ti, Henri, pero el futuro es tuyo»; Y le encargó este cuadro, pero en tonos azules. Matisse, que no iba a aceptar consejos de nadie lo acabó pintando en rojo.