El periquito y la sirena
Pintando con tijeras.
El siempre innovador Henri Matisse se hizo viejo, y no pudo manejar los pinceles con la maestría y el ímpetu de un joven artista. Su solución en el otoño de su vida fue de lo más colorida: recortar y pegar formas simples de colores para crear collages (o cut-outs) tan sencillos como expresivos con la intención de crear un pequeño jardín por el que pasear mientras estoy en cama.
Pintar con tijeras fue la forma de expresarse entre 1937 y 1954 de una de las figuras capitales del arte moderno. Con papeles de colores recortados Matisse evoca exuberantes formas vegetales de múltiples colores, y ocultas entre ellas están los peculiares protagonistas de la obra: un periquito y una sirena.
En un tamaño descomunal, todo un jardín de casi 8 metros, el artista sitúa a estos dos personajes mimetizados con el resto de formas recortadas. Los dos se miran a distancia como representando un amor imposible entre dos especies incompatibles, una terrestre y la otra acuática. Los dos, simples y hermosos, visten un azul ultramarino evocando las olas del mar, el susurro de la brisa en las hojas de los árboles y la música jazz, que en los años 40 supuso para él una gran influencia a la hora de liberarse artísticamente.