Autorretrato en el infierno
Munch en el infierno.
Ese verano de 1903 debió hacer mucho calor en Åsgårdstrand, o quizás Munch se pintó así porque estaba pasando por un infierno particular. Y eso que al menos profesionalmente la vida le sonreía gracias al inmenso éxito de su Grito.
Pero todos sabemos que a Munch le iba esto de sufrir. Después de todo era del sufrimiento de donde sacaba la inspiración para sus pinturas: de la enfermedad, la tristeza, el dolor, la angustia…
Aquí se pinta desnudo, con pinceladas brutales, iluminado desde abajo y rodeado de esa atmósfera que no es precisamente cálida (aunque la escala de colores lo sea). Es más bien un ambiente sofocante e infernal.
Munch se pinta además proyectando una amenazadora sombra, que evidentemente recuerda a la muerte. El fantasma de la muerte parece sobrevolar esta pintura. La verdad es que Munch se autorretrata con un tono de piel poco saludable e incluso podemos observar una expresiva pincelada roja atravesando su cuello, como si se tratase de un corte.
Aún así, el pintor no parece estar demasiado incómodo. Está erguido y nos mira confiado. Parece casi un retrato oficial. Munch iba a cumplir por entonces unos 40 años y ya era reconocido artísticamente como el mejor pintor noruego.