Bebé en azul
Azul inquietante.
William Matthew Prior fue lo que en USA llaman un «artista folk», supongo que refiriéndose a que era un artista «del pueblo», de esos que no hacen un arte elevado sobre grandes acontecimientos, ni en grandes formatos… pero eso se traduce en un arte de un encanto único e irrepetible y sobre todo en un estilo propio muy difícil de imitar. Un poco naíf, pero tan elevado como La Gioconda.
Prior básicamente pintaba retratos, desde George Washington a niños anónimos como el de la imagen. En este caso estamos ante un bebé (a juzgar por lo que reza el título) posando en una habitación con una vestimenta bastante curiosa: collar rojo, camisón azul con zapatos a juego y calcetines blancos.
El bebé nos mira fijamente, como suelen mirar algunos bebés, y está descalzo de un pie. Se acaba de quitar él mismo el calcetín y el zapato para que los veamos bien. En el suelo hay un carrete de hilo y lo que parece un gato, que no sabemos si es de juguete o real.
Semejante imagen puede llegar a ser perturbadora y un pelín surrealista según cómo la interpretemos. Un poco onírica a ojos actuales, o quizás bastante realista para un niño pijo de 1845.
Por cierto, no os dejéis llevar por el absurdo de que al vestir azul, es un niño. Al menos no era así en 1845, donde no importaba un carallo el color de la ropa para definir un sexo. De hecho, hasta la I Guerra Mundial era al revés: los niños de rosa que era más viril y fuerte. Fue en los años 40 (cien años después de pintado este cuadro) donde «la moda» decidió vestir a niños de azul y a niñas de rosa. La cosa fue más o menos perdiendo fuelle según las sociedades se iban haciendo un poquito más inteligentes y maduras. Sin embargo en los 80 —como no— el rosa chicle y el azul piscina para diferenciarnos volvió con fuerza, y hoy en día, 2024, cenit del homo subnormalis —¡oh, sopresa! — seguimos con el mismo dilema para los padres más mongólicos.