Bonjour Julie
(Proper)
Energía cinética.
Libertad, individualismo, innovación. Tres cosas que se valoran —o eso dicen— en los Estados Unidos, y que dieron pie al arte estadounidense por antonomasia: el Expresionismo Abstracto.
Un movimiento lleno de testosterona, pero que también tuvo a sus mujeres. Joan Mitchell fue una de las más reconocidas y apreciadas.
Pero por muy estadounidense que fuera, Mitchell era una amante del arte francés (Monet, Van Gogh y sobre todo Matisse), y al final acabó viviendo y trabajando en Francia. Quizás de ahí surgió este título: Bonjour Julie. Eso de poner título a los cuadros era toda una anomalía en la carrera de una expresionista abstracta. La mayoría eran Sin título, que es uno de los títulos más coherentes que se le pueden poner a una obra abstracta.
Joan Mitchell pinta un enorme tríptico con garabatos y galimatías que hacen enrojecer de ira al actual defensor activista de esa corriente ultra-pro-figurativa que no soporta esas manchas y pinceladas que podría hacer mejor su sobrino de 5 años. Y es que vivimos tiempos muy pero que muy figurativos.
Pero en los años 40 la cosa era distinta: lo abstracto era lo más cool. Y Mitchell, que no volvería a hacer una obra figurativa nunca más, se decantó por «no representar nada en concreto» a lo largo de toda su carrera.
Lógicamente es legítima la ira de quien considere una mierda obras como esta. Pero es innegable la energía cinética que desprenden las pinturas de Mitchell. Serán manchas, pero algo me dice que son manchas muy bien hechas. Y desde aquí reto al encolerizado defensor del «arte de verdad» a vender la obra de su sobrino por más de 10 millones como sí hizo Joan Mitchell con no pocas de sus obras.