Cabeza de mujer llorando III
Episodios espasmódicos
El cubismo de Picasso no fue el mismo después de Guernica. Se tornó más pesado, más afilado, de una agudeza de espíritu que lacera en tonalidades oscuras. Los motivos del mural se expandieron como réplicas a la contusión que la obra representó en la época, no sólo en términos de impacto político, sino en la misma plástica del artista español. Esto es particularmente evidente en las efigies femeninas que realizó después de 1937: las formas rígidas del cubismo se adaptan muy bien a las expresiones desgarradas de mujeres que están en el auge de la pérdida, de la desesperación, de una confusión que no parece terminar nunca.
Picasso se obsesionó con el poder de que el trazo geométrico podía conferir a las expresiones del dolor. De aquí que los retratos que pintó durante este periodo maduro de su producción artística giren en torno a las posibilidades de la tragedia a partir de la deconstrucción del volumen, que parece robustecer el carácter sórdido de las composiciones de estos años. Esta condición es evidente en Cabeza de mujer llorando con pañuelo III (1937), que podría ser fácilmente un ensayo del mural: los dedos desfigurados, los ojos salidos por el llanto, las lágrimas pesadas, que se escurren casi con la dificultad con la que la pena se conlleva.
Sin embargo, parecería que el epicentro del llanto está en la expresión de la boca: la mujer se aferra con los dientes a un pañuelo que no puede apretar más fuerte con la mano. Es casi como si la fuerza de la extremidad no le alcanzara, y tuviese que transferirla también al rostro, a la mandíbula, a los labios, a los dientes que se le salen. Se puede sentir la tensión de la garganta, que sobresale del manto enlutado con el que la mujer se cubre el busto. Es entonces que las mujeres llorando parecen ser episodios espasmódicos, casi postraumáticos, de aquello que nubló el cielo de Guernica un día, y la visión de sus mujeres durante varios años más.