Campesinas bretonas
Típico Gauguin.
Después de volver de Tahití, Gauguin pintó este cuadro inspirado en la tierra de sus orígenes e intentó venderlo en París. En él vemos a dos campesinas bretonas, con el típico vestido bretón y cofia almidonada bretona. Al fondo unas casas bretonas y un bosque también bretón. Se ve que tras su estancia paradisíaca en el Pacífico quizás Gauguin echaba de menos su Bretaña querida, aunque lo cierto es que en menos de un año retornaría al sol de la Polinesia.
Estas campesinas tienen un aire tribal, parecen dos de sus modelos tahitianas. Y es que a estas alturas, Gauguin veía la belleza de lo primitivo tanto en las islas más jóvenes del planeta como en la atávica Bretaña. Lo primitivo, que como bien sabía el artista, y más tarde sus seguidores (y más tarde aún los seguidores de sus seguidores), siempre resulta que es lo más moderno. Como si todo estuviera inventado ya en la prehistoria.
Siendo fiel a su estilo inigualable (aunque muy imitado), Gauguin cierra con trazos oscuros parcelas de color plano, algo que a muchos les recordaba a la decoración propia de las vidrieras. De ahí que se hable de «cloisonismo» (por el esmalte cloisonné de las vidrieras).