Cristo en el monte de los olivos
Gauguin se retrata muy humildemente como Jesucristo.
En su etapa de la Bretaña, el postimpresionista Gauguin se siente solo entre los demás pintores. Un marciano haciendo un arte que nadie aprecia ni comprende.
Por eso quizás quiso representar a Cristo en el huerto de los olivos, identificándose con su soledad y la responsabilidad que supone cambiar el mundo (el mundo del arte en su caso) cuando nadie parece entender una mierda de lo que estás haciendo.
Esta nada humilde identificación lo engloba claramente con el simbolismo, pero en esos años lo que hacía Gauguin era todavía una cosa inexplicable, extraña, nueva. Pintura marciana.
Cristo es pelirrojo. Gauguin acababa de regresar de sus desastrosas vacaciones en Arlés con Van Gogh, y quizás quiso plasmar algo de su amigo marciano, aunque las facciones son claramente las de su autorretrato.
El artista sitúa a JC descentrado, en la esquina izquierda del lienzo, sugiriendo un deseo de evasión, de escape. El propio Gauguin escaparía a la Polinesia Francesa, donde fallecería enfermo de sífilis, alcoholizado y cansado de luchar con la incomprensión de la gente.
Hoy en día sus cuadros (y los de Van Gogh) son los más cotizados del caprichoso mundo del arte.
Conclusión: si te sientes un artista ninguneado, poco valorado y solo, no te preocupes. Quizás en 100 años la gente valore tu trabajo como se merece.