Circuncisión de Jesús
¡Santo prepucio!
Ayer, además de celebrar la entrada de un nuevo año, se celebraba otra fiesta muy importante: la circuncisión de Jesús. Ocho días después de su nacimiento, a Jesucristo lo desprendían de su molesto prepucio, como se le debe hacer a todo buen judío.
La circuncisión de J. C. puede parecer una chorrada, pero lo cierto es que dio lugar a trascendentales debates teológicos sobre la naturaleza humana o divina de Jesús o sobre si el prepucio subió a los cielos también tras su muerte, es decir, también resucitó.
Al parecer, quedó en la tierra. El prepucio de Jesús (sanctum præputium) es una reliquia, claro. Obra milagros y todo. Lo más milagroso de todo es que existen varios Santos Prepucios por ahí desperdigados y son venerados como se merecen.
Esta veneración se tradujo artísticamente en cientos de representaciones de la sagrada operación quirúrgica, por cierto, una de las más antiguas del mundo.
Parmigianino opta —a su manierista manera— por llenar el ligar de gente y animales—conejos, palomas—-. El sacerdote sujeta el pito del Niño Jesús mientras en la otra mano porta el cuchillo ritual. El pequeño, que gracias a esta operación nunca va a sufrir fimosis, nos mira como invitándonos a realizarnos el corte nosotros. Yo personalmente prefiero mi elegante cuello de tortuga, pero pensad en si queréis que vuestro glande sea libre. Como dijeron unos tíos muy sabios: No penséis que se trata de algo muy sucio. Sólo tenéis que cortar vuestro prepucio.