Collage con cuadrados ordenados según la ley del azar
Arte al azar.
El comienzo del siglo XX llegó al mundo del arte rebosando inquietudes de libertad. Sin embargo, este bullicioso contexto se vio truncado con el pesimismo que trajo la I Guerra Mundial.
Un grupo de jóvenes con su foco en Zúrich, capital del neutralismo bélico, ante esta situación formó el grupo Dadá y empezó a generar su propio credo en contra de los avances de los últimos años, culpándolos de haber llevado a la sociedad hasta un límite que solo pudo desencadenar en guerra. Así, los dadaístas rechazaron la razón y la rigurosidad en los métodos artísticos.
En su búsqueda de la irracionalidad absoluta llegaron a la conclusión de que cualquier intervención propia en la obra era resultado de un impulso personal y que esto, precisamente, los separaba de su objetivo, así que introdujeron el azar como director de sus creaciones. El formato que mejor adaptó esta arbitrariedad fue el collage, cultivado tal y como lo hacía Jean Arp en obras como esta, Collage con cuadrados ordenados según la ley del azar (1916–17), donde recortó papeles, los coloreó y luego los colocó hacia abajo sobre una mesa de la que, de forma fortuita, iba volteándolos y pegándolos en su soporte de acuerdo con el orden involuntario del que habían sido resultado [1].
Al ver las obras de Arp —como las composiciones de Picabia o los collages de Miró— comprendemos que los límites del arte iban más allá: no se necesitaba siquiera tener la destreza y el manejo técnico, ni la capacidad de representación acorde a un código establecido. Ellos, de forma consciente, estaban haciendo tambalear siglos de creación artística acotada y restringida para, por fin, experimentar su libre expresión.