Comediante
Un platano pegado en la pared.
Aunque no es el primer plátano de la historia del arte ya que Gauguin y Warhol se le adelantaron, no hay que quitarle mérito a este trabajo del veterano Maurizio Cattelan, enfant terrible del arte, aunque ya peine canas. Pero es que este señor parece superarse a si mismo en cada trabajo, apostando ahora por esta obra ganadora. Es amada por muchos y odiada por otros tantos; es bandera del discurso de unos y otros, por lo tanto, éxito asegurado. Quien diga que Cattelan es un necio, no sabe de qué habla.
El mundo se divide entre los que piensan que es una mierda, un disparate, que si a esa cosa la llamamos arte, dónde vamos a ir a parar, al desastre, al fin del mundo, bla, bla, bla y los que son capaces de abstraerse del objeto, que es el quid para apreciar el arte más rabiosamente contemporáneo, trascendiendo de la amarilla forma para preguntarse qué es realmente.
Esta pieza funciona a modo de lo que, en arte contemporáneo, se denomina «dispositivo» que son esas cosas que traspasan lo estético con el objeto de poner en evidencia las estructuras mentales e institucionales que están debajo de los acuerdos tácitos y redireccionar su lógica hacia otros propósitos. Ya ves, un plátano. Formalmente, el comentario de la pieza es más que breve: un plátano pegado con cinta adhesiva a la pared. Punto pelota. Discursivamente, es otro tema.
Fue presentada por el artista en la edición 2019 de la Art Basel Miami Beach, en la pared exterior de la galería de Emmanuel Perrotin creando el revuelo previsto. Cattelan cuestiona precisamente esto. ¿Alguien es capaz de creer que esto es arte? ¿Hay gente capaz de hacer cola para ver un plátano pegado a la pared? ¿Hay alguien capaz de dar dinero por eso? ¿Es la institución artística la que hace arte? Sí, sí, sí y sí. No la llamó Comediante por nada.
Como toda pieza genial de arte actual, sigue su vida propia; él la coloca, se larga a su casa a esperar que crezca sola y, por tanto, su precio. Las reacciones posteriores a su presentación no se hicieron esperar: otro artista, David Datuna, se lo comió en una acción a la que llamó Artista hambriento pero, al poco rato, se puso otro y aquí no ha pasado nada porque el plátano, en Comediante, es lo de menos. Más: la pieza fue retirada por exceso de público y en la pared, ya vacía, otro artista que también quería su ratito de gloria, Rod Webber, escribió «Epstein (refiriéndose a Jeffrey Epstein) no se suicidó». Lo curioso es que todas estas reacciones, realmente, forman parte de la pieza.
Sarah Andelman, una prestigiosa diseñadora neoyorquina, lo entendió a la primera al declarar que sintió un flechazo ante una pieza que «es un reflejo de nuestra época, del absurdo que es todo» y pagó 120 mil dólares por la broma. En realidad, lo que se lleva es un certificado de autenticidad de que el plátano que aparezca en cada momento -que será uno cualquiera del súper- surge de la idea de Cattelan.
Si tú lo haces en tu casa no vale nada, por si se te había pasado por la cabeza.