Concierto
Del Quattrocento al Novecento.
Tras la I Guerra Mundial, algunos artistas italianos decidieron serenarse un poco, dejar tanta vanguardia y experimento y volver al orden, algo que puede sonar conservador, pero entonces era toda una innovación.
Además eso no quiere decir que el arte se volviera menos enigmático… al contrario: artistas como Giorgio de Chirico, Giorgio Morandi, Cagnacio di San Pietro o el que nos toca, Casorati empezaron a hacer una pintura en la que, efectivamente en lo formal hay un orden, un equilibrio, una calma, pero esas atmósferas, esos silencios, esa iluminación, esos escenarios son de tal incongruencia que la sensación de enrarecimiento es inevitable. Es como soñar despiertos.
Son obras entre el sueño y la vigilia, entre el estudio y la memoria, entre el presente y el pasado. Lo figurativo se impone, pero es una figuración insólita y misteriosa, que mira a la gloriosa tradición artística de Italia con ojos nostálgicos. Del Quattrocento pasamos al Novecento.
Se vuelve también a los géneros clásicos: el retrato, la alegoría, el paisaje, el desnudo… Ahora ya no se fragmenta ni deforma el cuerpo humano como en tiempos de las vanguardias. El cuerpo vuelve a ser la medida del mundo y adquiere casi un matiz místico, otra vez entre lo antiguo y lo moderno.
También la naturaleza muerta. Los objetos adquieren, desde el realismo, un brillo mágico, poético, casi espiritual.
Este cuadro por ejemplo: una serie de mujeres desnudas dando un concierto, con las anatomías volumétricas típicas de Casorati. El autor no renuncia a mostrar objetos y telas a sus pies, para demostrar que estamos en la realidad, en el orden. Aunque la escena no puede ser más onírica. Es como un sueño o una visión mística. Como si esas mujeres desnudas fuesen ángeles dando un concierto.