Contrarrelieve de esquina
Toda una aportación al ámbito escultórico.
En la exposición 0,10 mostraron sus trabajos dos titanes, dos figuras que encabezaron la vanguardia rusa. Por un lado Malevich, con sus cuadrados negros y blancos y por otro Vladimir Tatlin, que presentó sus modernísimas esculturas.
Mucha revolución rusa y mucha unión del proletariado, pero estos dos artistas no se podían ni ver. Ya conocéis a los artistas: prima donnas que buscan el aplauso y el cariño de la gente (quizás sus mamás no les hicieron caso de niños…), y la rivalidad entre Tatlin y Malevich estaba en su punto álgido.
Malevich se llevó los laureles. Su propuesta era fascinante y muy moderna. Sus lienzos geométricos colgaban las paredes, y puso uno en una esquina. Tatlin se puso como una fiera… usar las esquinas eran precisamente ocurrencia suya.
De hecho, había creado específicamente Contrarrelieve de esquina y su archienemigo lo había eclipsado.
Al final, algo típico de los artistas temperamentales, resolvieron el conflicto a hostia limpia.
Sea como sea, y pese al triunfo de Malevich (triunfo artístico… en lo pugilístico no se sabe quién fue el triunfador), la propuesta de Tatlin es considerada hoy en día un hallazgo.
Usando modernos materiales (acero, cobre…) quiso atraer la atención hacia lo constructivo, huyendo del misticismo suprematista de Malevich. Aún siendo algo abstracto, quiso que el espectador reflexionara sobre la gravedad, la tensión, el peso, el equilibrio, la textura… en definitiva, todas las características de lo escultórico.
Por primera vez, una obra tridimensional no representa nada de la naturaleza, no se puede rodear, no necesita un pedestal… Es una escultura, un objeto que podía ser juzgado por sus propios méritos.
El Gughenheim de Bilbao (Frank Gehry, 1997), la esculturas minimalistas de Carl André, las mierdas colgantes de Jeff Koons… Miles de obras de arte posteriores beben de este pionero Contrarrelieve de esquina.