Uno y tres martillos
Kosuth dijo: “La única pretensión del arte es el arte mismo. El arte es la definición del arte”
El arte para Kosuth es “antiformalista”, lo importante es la idea. O mejor dicho, que la obra de arte hable de la obra misma.
Pongamos por ejemplo esta obra: un objeto (el martillo), su representación (la fotografía del mismo martillo), y dos elementos lingüísticos (la palabra que designa al objeto y su definición).
¿Son la misma cosa? Lógicamente no… Pero si lo son.
Kosuth quiere llamar la atención sobre tres códigos de la realidad: un código objetual, uno visual y uno verbal (referente, representación y lenguaje) que en teoría definen la misma realidad.
Pero aquí están desjerarquizados por el artista, puestos en una pared uno al lado del otro, y ninguno de ellos es más “real” que el otro.
Otra cosa con la que juega Kosuth es objetualizar el texto. La palabra escrita, el lenguaje, se convierte así en un poderoso objeto a la altura del objeto real, y en ese sentido, la preocupación de Kosuth se convierte en una investigación sobre la naturaleza misma de cualquier obra de arte.
El “concepto” se vuelve la obra de arte en sí… y así es el arte conceptual.
Un proceso de conceptualización ya explorado tres décadas atrás por Magritte (“La traición de la imágenes”), y sobreexplotado por Kosuth con varios objetos más: “Una y tres sillas”, “Una y tres palas”, “Una y tres lámparas”…