Desarraigados
(Uprooted)
Dejarlo TODO atrás.
Solo hacen falta 32 metros de árboles muertos para señalar la vergüenza. O unos cuantos litros de agua. O una enorme grieta en la Sala de Turbinas de la Tate Modern. Salcedo lo vuelve a hacer y, de seguir así las cosas, necesitaremos que siga haciéndolo.
Cuando la crisis climática avanza, la guerra sigue siendo el juego favorito de los señores que gobiernan el planeta, y la pobreza y la ausencia de derechos humanos es el día a día de innumerables habitantes de esta tierra, Europa juega a la pelota con los pocos inmigrantes que acoge.
Mientras, ellos y ellas, siguen vendiéndose a las mafias por un hueco en una barcucha que les dé un mínimo porcentaje de esperanza para salir de su particular horror. Son los «Desarraigados», nombre con el que se conoce a una de las obras más recientes de la reconocida artista colombiana Doris Salcedo, que obtuvo uno de los tres galardones de la Bienal de Sharjah en el año 2023.
Los 804 árboles muertos que configuran la obra apelan a nuestra naturaleza más primigenia, a nuestro origen. Un buen puñado de ellos se entrelazan para configurar la estructura más llamativa de la instalación: una gran casa que se desvanece poco a poco, en metros y metros de más árboles sin vida. Y en ese desvanecimiento, todo lo que los inmigrantes dejan atrás en su huida: el hogar, la familia, los anhelos, la tierra propia. Un camino sin retorno. Un camino hacia la nada.
Los Desarraigados de Doris Salcedo lo dejan todo atrás. Casi los puedes ver deambulando por el pasillo que forma este bosque inerte, y en esa ensoñación la artista nos interpela. Otra vez. Porque qué es la obra de Doris Salcedo sino una bofetada tras otra, una llamada (un grito) para que miremos pero, sobre todo, para que empaticemos. Así es su obra, delicada, humana y con buen gusto. Son bofetadas que acarician, pero al fin y al cabo, bofetadas.
El desarraigo de las personas migrantes es el nuestro propio. Su deshumanización es la nuestra. ¿Seremos capaces de quitar nuestra mirada de la pantalla para vernos los unos a los otros? Mientras lo intentamos, miremos el bosque muerto de Salcedo. Quizás nuestro aliento le insufle algo de vida.