Shibboleth
La grieta que hará enfurecer a tu cuñado.
Una enorme grieta en la antigua Sala de Turbinas de la Tate Modern es una de las obras más conocida de Doris Salcedo y quizá una de las más potentes.
Fracturando, literalmente, al Museo de Arte Moderno Británico, Doris Salcedo plasmaba en el espacio, con la licencia poética de una metáfora, un mensaje sobre la división, la segregación y la separación, pero también sobre el abismo, la fractura y las grietas como huellas o más bien como marcas.
Shibboleth, que es el título de la obra, hace referencia a un pasaje bíblico en el que se cuenta cómo los miembros de un pueblo reconocían a quienes pertenecían o no a ellos por la forma en que pronunciaban esta palabra.
Así, tanto en la forma como en el título, subyace el contenido de la obra. Una intervención que nos invita a reflexionar sobre los temas sociopolíticos que siempre han interesado a la artista: la exclusión, el racismo, el desplazamiento, la inmigración, el odio racial y las fronteras.
La dialéctica de Shibboleth es capaz de transmitirnos, sin esfuerzos, una experiencia de vacío, es capaz de hacernos intuir la presencia de un dolor irreparable, de las heridas difíciles de sanar. La intervención arquitectónica en el espacio pulido sirve de pretexto para representar cómo la presencia de una rajadura no se puede ignorar, supone un antes y un después, un quiebre, una línea divisoria que define si estás de un lado o del otro.
Siempre política, porque no concibe el arte de otra manera, Salcedo nos confronta de manera reflexiva a esa realidad incómoda de la exclusión de miles de personas que se ven obligadas a abandonar sus lugares de pertenencia por razones ajenas a su voluntad y generalmente marcadas por la violencia, al tiempo que nos obliga a pensar sobre la desidia y la indiferencia.
Shibboleth es una obra, desconcertante, significativa, inesperada y poética. Y sobre todo es, como cualquier herida cuando para de sangrar, una marca que irrumpe para dejar una huella en la memoria.