Desesperación

Supongo que os habéis sentido así alguna vez: tristeza, apatía, vacío, desánimo,…

Habéis tenido —o estáis teniendo— días en los que nada os interesa, y dejáis pasar las cosas, las horas y los días. Esos días en los que tenéis la autoestima por los suelos, en la que os sentís incapaces, ya sea para pensar claramente o de tomar la más mínima decisión, y eso incluye salir de la cama, quizás por ese cansancio físico o mental que os impide siquiera hacer un pequeño esfuerzo.

Quizás por eso tenéis ese mal humor, esa impaciencia, esa ira, y quizás por eso hacéis daño a quien os quiere. Quizás por eso no os apetece estar con nadie, y eso os hace sentir culpables. Culpables del presente, del pasado y del futuro.

En días así parece que no hay esperanza. Sólo sentís desesperación.

Lógicamente no os puedo dar una solución a esta horrible sensación, salvo quizás consumir o crear mucho arte. Así es como luchó Munch contra su propia desesperación.

Tras terminar El grito, Munch decidió conservar para futuras obras esa puesta de sol en el puente, lugar autobiográfico en el que tuvo su momento crisis que tan bien supo canalizar, y pinta a su amigo Jappe Nilssen en ese paisaje de colores hirviendo.