Desnudo torcido
Desnudo parisino, entre lo académico y lo erótico.
El desnudo es ese género artístico (muchos lo consideran el tema más importante del arte occidental), académico, tolerado en obras de arte, pero no en la vida real. Podemos entrar en un museo y ver desnudos por todas partes, pero curiosamente no podemos ir nosotros en bolas… eso no sería aceptable.
Esa complejidad es quizás lo que asocie el desnudo al erotismo, a lo prohibido, pero en el arte, donde hay ciertas licencias, también sirvió al ser humano como forma de conocimiento propio, o de expresar un ideal de belleza (recordemos a los griegos). Por ello el desnudo abarca desde los aspectos más terrenales a los más espirituales.
El sueco Ander Zorn empezó a pintar sus famosos desnudos femeninos durante su estancia en París. El género del desnudo había cobrado fuerza otra vez con el impresionismo y fue sobre todo Degas quien inició un subgénero dentro del desnudo: la toilette, es decir, mujeres en el baño llevando a cabo su aseo personal.
La desnudez así es vista como algo mundano y a la vez ideal. Esto no es algo contradictorio, sino algo normal. Zorn pinta un desnudo plácido y tranquilo, en perfecta unión con la naturaleza, aunque sea en un bohemio apartamento parisino. No es el desnudo ideal de una diosa, pero si hay algo de divinidad en esos volúmenes de carne. Es un estudio académico serio y a la vez la escaramuza de un voyeur.
De vez en cuando vuelve a ser un tema tabú, pero algo está claro: el desnudo no pasa de moda como si lo hace la ropa.