Dolor
Simbolismo necesario.
«Hubo un tiempo en el que me faltaban temas para pintar. Pensé en esto día y noche. Y entonces una noche tuve un sueño. Vi bajo una cruz en un cementerio el encuentro de una madre y su hija. La madre se arrodilló y la hija se inclinó sobre ella. Una de ellas había muerto. Este encuentro en el cementerio fue tan vívido para mí que al día siguiente comencé a pintarlo».
Anna Ancher
La danesa Anna Ancher explicó perfectamente el porqué de esta obra en una entrevista que le hicieron cuando tenía 70 años, y quizás explicándola, le resta algo de magia. No siempre es bueno que los artistas nos expliquen sus obras, ya que estas deberían hablar por sí mismas, y adquirir vida propia, y ser ya propiedad de los espectadores para interpretarlas como les plazca.
Pero estamos hablando de nada menos que Anna Ancher, una de las mejores artistas de la historia, así que máximo respeto.
La pintora se vuelve de pronto una simbolista a causa de un sueño. Ancher siempre había sido una realista, utilizando temáticas y lenguajes naturalistas para sus pinturas (quizás en algunas se hacía valer de algún matiz impresionista), pero jamás había hecho uso de algo de tanto simbolismo como esta obra.
La muerte —omnipresente en todo el cuadro—, el paisaje al atardecer, esa enorme cruz, el contraste entre las dos mujeres, el desnudo… todo forma un conjunto maravilloso, estremecedor, simétrico (o más bien asimétrico).
A un lado juventud y belleza:, materia. Al otro vejez y oscuridad: espiritualidad… La cruz divide a estas dos mujeres unidas por el dolor que da título a la obra.
Por cierto, Anna Ancher utilizó a su propia madre como modelo.