Sol de la tarde
El imperio de la luz.
La genial Anna Ancher llegó a estar tan fascinada por la luz (y como representarla pictóricamente) que hizo unos cuantos estudios que sólo son eso: la luz entrando por una ventana y reflejándose en una pared. Un motivo tan maravilloso como puede ser otro cualquiera, que con los pinceles de esta grande de la pintura se convierten en pequeñas obras maestras de puro arte contemplativo.
Es además un ejemplo de la audacia de Ancher. Este pequeño cuadro es increíblemente moderno, tanto por su temática (el summum del Impresionismo) como por la forma de convertir luz en materia, en algo tan físico.
Las artistas mujeres impresionistas —que hubo unas cuantas— solían usar su propio entorno doméstico como inspiración y como laboratorio artístico. ¡No iban a salir a la calle o al campo ni mucho menos acudir a un bar para pintar in situ! Menos mal que una casa también puede ser un filón artístico, si tienes el suficiente talento.
Y Ancher consigue sacar magia de cada diminuta partícula de luz, del brillo y la sombra de las cosas, y también de un interior como este, donde la pintora estaba obligada a existir y trabajar por su condición de mujer. Un interior, como vemos, sin gente, pero lleno de vida y vivencias. Como la luz, el arte de Ancher traspasa fronteras físicas y mentales.