
El ancestro
No abras la puerta. Son lémures.
«La única persona presente en mi nacimiento fue nuestro querido, viejo y fiel fox terrier, Boozy… Mi madre no se encontraba ahí en ese momento».
Así contaba Leonora Carrington su llegada al mundo: sin inmutarse. Categórica, impasible y con un animal como prota indiscutible. Todo muy british.
La flema inglesa sin embargo no alcanza al espectador. El efecto que provoca su obra, ya sea en formato cuadro o cuento, es un mix de fascinación y desasosiego. En psicoanálisis, Freud denominaría este sentimiento de extrañeza e inquietud como «lo siniestro» (Unheimlinch, en alemán). La etimología de la palabra alemana es una curiosa mezcla de antónimos: une lo familiar y confortable con lo oculto y secreto.
Y es que provocar repelús era la especialidad de Leonora a través de atmósferas oníricas, simbolismo y bestiarios infinitos. Los animales, reales o endémicos de los jardines del Bosco, siempre tienen un lugar destacado en su obra. Su singular estilo le ha convertido en una de las artistas surrealistas más importantes de la historia.
En este lienzo, una figura espectral cubierta por un manto blanco ocupa el centro de un círculo, custodiada por cuatro animales de pelaje a juego, situados en las esquinas de un cuadrado. El ancestro sujeta una flor oscura entre sus manos y el único toque de color es el parche de encaje sobre el ojo, que parece empapado en sangre. Tanto el ser como los guardines son pura pupila que mira fijamente al frente (los cinco, candidatos de tóxicos en orina).
Los mentideros (cero soporte documental) identifican a los animales como lémures. Es cierto que se parecen a un «aye-aye», uno de los primates más raros de esta familia de Madagascar. En latín, «lemŭres» significa «espíritu de los antepasados». Los romanos por su parte, se curraban los ritos funerarios para evitar que sus difuntos se transformaran en estos seres maléficos que querían volver a casa. Siempre tan festivos, celebraban las noches de mayo un rito antiquísimo para ahuyentarlos: las Lemurias.
Nadie duda de lo pictórico de un lémur. Pero visto lo visto, y como matrona, sin duda mejor un fox terrier.
Leonora Carrington