El hijo del hombre
La obra más conocida de Magritte.
Supuestamente este es un autorretrato de Magritte, aunque claro, no se le ve la cara. La tapa una manzana voladora que gira delante suyo y no nos deja reconocer bien al retratado.
Es algo típico de Magritte, que pensaba de manera muy sabia y surrealista que todo lo que vemos esconde otra cosa, y por supuesto siempre queremos ver lo que está oculto, aunque lo que vemos no oculte nada.
Pero tres cosas no pueden ocultar que estamos ante un cuadro de Magritte:
En primer lugar la manzana, un elemento recurrente en la obra del artista que puede aludir al pecado (Adán y Eva), la tentación e incluso la inmortalidad. Un símbolo religioso que puede estar asociado al título «hijo del hombre», que se refiere a Cristo, aunque los título en Magritte siempre ocultan algo, algo que probablemente sea nada.
Tenemos después al personaje de bombín y traje, una indumentaria con la que andaba el propio artista y que quiere representar a «un hombre normal y corriente». Por supuesto no hay nada menos corriente que la normalidad. Recordemos que todos ocultamos algo, aunque no sea nada. Así somos más interesantes, ¿no…?
Y otra cosa que aparece en varias obras del artista es taparle la cara a alguien. Ya sea con una manzana, un ramo de flores o un paño húmedo, o quizás representar a la figura de espaldas o incluso multiplicarla para hacerla así anónima, la persona queda oculta, despertando de esa manera nuestro interés.
La curiosidad es una de las herramientas que utiliza a menudo el artista para hacernos entrar en su mundo, aunque a veces —casi siempre— lo haga dejando pistas falsas.