El juramento de los Horacios
Inicio oficial del neoclasicismo.
En vez de ir a la guerra en el 669 a. C. los gobernantes de Roma y Alba decidieron resolver el conflicto con el combate de tres campeones de cada bando. Alba llevó a los hermanos Curiaceos. Roma apostó por los Horacios.
El drama de todo esto es que una de las hermanas de los Curiacios está casada con uno de los Horacios y una hermana de los Horacios se va a casar con un Curiacio. Ahí las tenemos, en el lado derecho, llorando, porque gane quien gane, una de ellas va a perder. Pero lo importante aquí es cumplir con el deber frente a las emociones, los lazos familiares o incluso la muerte.
David representa el instante justo en que el padre Horacio entrega las armas a sus hijos. Ellos juran dar su vida por la patria con el saludo nazi (que en esa época era el romano). Esas armas y esos brazos extendidos son el centro compositivo mismo del cuadro, una composición que frente a la irracionalidad barroca se vuelve serena, sobria y geométrica. Más o menos como esta gente pensaba que debía ser la Antigua Roma, el ideal de la época.
En esa época está ambientado el cuadro de Jacques-Louis David que inauguró oficialmente el neoclasicismo, pero veladamente trata en realidad de cumplir nuestro deber, aunque nos joda, aunque muramos. El deber en este caso es sacrificarlo todo por la patria, pero lo que en realidad oculta la obra es un mensaje de Luis XVI, el que puso la pasta: Los franceses debían ser leales a la corona, pasara lo que pasara.
Pasó. 4 años después… Se llamó Revolución Francesa y en ella Luis XVI perdería su real cabecita. David por su parte siguió siendo leal, pero a otras personas (esta lealtad daría unos cuantos vuelcos a lo largo de su carrera, siempre cerquita del poder). Eso no quita que realizara siempre magníficos, exquisitos, icónicos cuadros como este.