Retrato de Madame Récamier
Gélido clasicismo.
Madame Récamier fue una noble admirada por su intelectualidad y por su belleza. Eran célebres sus tertulias donde su salón se abarrotaba de ilustrados, científicos, artistas, músicos… En 1800 su marido, el banquero Jacques Récamier, uno de los más importantes financieros de las campañas napoleónicas, encargó este retrato a Jacques-Louis David.
David y Madame Récamier no se llevaron especialmente bien durante las horas que compartieron. Sus discusiones debían escucharse por todo el palacio. A la tormenta se le unieron otros encargos simultáneos como aquel retrato de Napoléon en un caballo rampante con la gran capa roja. Con todo, y a pesar de la insistencia de Monsieur Récamier, el retrato se abandonó.
Pero, ¿sobre qué discutían? ¿Qué inició el temporal? Los historiadores del arte no especifican sobre esta obra tan misteriosa.
Lo que sí conocemos es que, para el contexto de la retratística parisina, esta obra es bastante singular. Lo primero en lo que nos fijamos es el formato: horizontal. Nos da una primera pista teniendo en cuenta que lo normal son retratos verticales. Aunque, lo más curioso (¿O deberíamos decir insólito?) es la frialdad en el rostro y en la postura. Vamos por partes: es cierto que David cumple con la moda del momento, es decir, los vestidos de estilo griego intentando imitar los paños mojados de las esculturas. También lo vemos en el triclinio y en el peinado. De igual manera, la postura sin girarse directamente al espectador es propia de la aristocracia.
El rostro, sin embargo, crea una gélida distancia retratada-espectador. Muy diferente de otros como el Retrato de Madame de Verninac. La frialdad llevará a Magritte en 1949 a versionar la obra sustituyendo la figura por un féretro en Perspective: Madame Recamier by David.
No podemos especular más, aún así, su importancia es vital por ayudarnos a conocer el trabajo del artista gracias a esta obra inacabada.