El lector
Viejo se desespera leyendo la prensa.
Un anciano aparece leyendo un periódico, muy centrado, ensimismado. Algo —puede que algo importante— acapara toda su atención.
Hodler lo pinta con pinceladas sueltas, con colores apagados y austeros y una luz bastante potente para centrarnos en el viejo dejando de lado el fondo. El punto de vista es cerrado, muy cercano al personaje, y a pesar del hecho de ser un cuadro de reducido tamaño, Hodler consigue una extraña monumentalidad, un simbolismo que enlaza con otros trabajos de la época del artista, a menudo protagonizados por ancianos realizando las tareas de sus oficios.
Los modelos para estas sesiones los captaba en un café cerca de su casa de Ginebra. Sus rostros cansados, su sabiduría adquirida con los años, su resignación ante un inevitable destino cada vez más cercano llamaron la atención de Hodler, que no desaprovechó todo ese potencial expresivo y simbólico.
En el caso de este Lector, lo que más llama la atención es esa expresiva mano derecha apoyada en la frente, ya que casi tapa al completo su rostro. No se sabe muy bien qué transmite, quizás tristeza por alguna noticia que el viejo acaba de leer, a lo mejor una necrológica, quizás cansancio, quizás concentración, quizás aburrimiento… Todos sentimientos que produce, no sé si la prensa de 1885, pero desde luego sí la actual.