El matrimonio de la razón y la miseria, II
"Una superficie plana con pintura en ella, nada más".
Al principio era un expresionista abstracto, de brocha gorda e ímpetu artístico, de esos guiados en trance por sus impulsos. Pero a finales de los años 50, Frank Stella fue simplificando vertiginosamente sus propuestas y su obra se quedó en pinturas como esta, dos imágenes idénticas a dos colores: blanco y negro.
En medio de cada una de ellas hay una línea vertical sin pintar (el lienzo en blanco) y a su alrededor Stella creó sucesivamente formas en U invertidas generando un punto focal en el centro. Simetría pura, para que todo sea lo mismo en todas partes.
Aquí Stella no cuenta absolutamente nada: no hay ni Dios, ni simbología, ni el misticismo de los expresionistas abstractos… ni siquiera hay emociones. Lo que Stella busca, y en eso fue original, es la literalidad. Es simplemente pintura, sin jerarquías ni ilusión de realidad de ningún tipo (aún así, para un artista cool como él era demasiado tentador poner un título pedante).
Es lo que se llamó minimalismo, frío e inescrutable. Elegante, si a alguien se lo parece.
El minimalismo pretende crear en el espectador un impacto visual inmediato, sin referencias a nada externo a la obra. Sólo quiere influir en el espacio que lo rodea, y sobre todo en quienes están en él. Y cuando presentó la obra en la exposición Sixteen Americans desde luego no gustó a todo el mundo, pero influyó en el espacio. Tanto que llevó el arte en otra dirección.
Se acababa el arte moderno. Ahora sólo quedaría lo post-moderno.