Obliteration room
Puntos suspensivos.
Una habitación completamente blanca aparece en una de las salas de la Tate Modern. Representa el interior de una casa cualquiera, con su cocina, su salón, su sofá, pero todo en color blanco, neutral. En la entrada, un fajo de pegatinas redondas de distintos tamaños y colores que los asistentes puedan coger y enganchar libremente por el espacio.
Día a día, los asistentes entran, colocan su pegatina creativamente, más arriba, más abajo, en la pared, en el sofá o la lámpara de techo y así, poco a poco, se va conformando una obra de arte que es tan sencilla y tan compleja como una habitación llena de puntos. Una instalación colaborativa, a caballo entre el Pop Art y su elegía a la vida cotidiana, la síntesis del Minimalismo y la acción de la Performance. Estos fueron algunos de los estilos en los que se formó la artista en el Nueva York de los 60 junto a Warhol, Oldenburg, Lewitt y compañía.
Hoy, a sus 92 años, Kusama es mundialmente conocida por sus obras, lienzos e instalaciones hechas con pequeños puntos, los lunares de toda la vida —o «polka dots» si se quiere más sofisticado— que a la artista le sirven para liberar sus recurrentes y persistentes obsesiones. Kusama sufre desde la adolescencia una enfermedad mental que se manifiesta en pensamientos repetitivos. Sacar los puntos fuera de la cabeza, exponerlos de forma artística, ha sido siempre para ella un refugio y una forma de creación.
Una habitación llena de puntos. ¡Eso lo hace mi sobrino de 6 años!. Puede ser. Pero el caso es que no lo ha hecho. Ni mucho menos desde una preparación artística, ni con una finalidad artística. Obliteration room es una obra sencilla y alegre a la vista pero viene después de un largo recorrido y con una gran profundidad e intención. El arte no es cosa de niños.