Acción
1960
Has de tratar al cuerpo, no como quien vive con el, que es necedad, ni como quien vive por el, que es delito, sino como quien no puede vivir sin el.
Francisco de Quevedo
La performance es también un arte, claro. Pero es un arte imprevisible, efímero e intenso. Algo así como el siglo XX que la vio nacer.
Es actuar para buscar una reacción por parte del público, buscar el asombro o la provocación. La obra ya no es un objeto (algo que lo relaciona con el arte conceptual), ahora la obra es el sujeto.
Actuar, por supuesto, se lleva haciendo desde hace milenios. Fueron las vanguardias del siglo XX las primeras en acercarse al arte. Los futuristas, constructivistas, dadaístas y surrealistas hicieron exhibiciones como arte o para complementar su obra o sus propuestas.
Pero para encontrar el origen del termino arte en acción hay que remontarse a los años 50 en el Black Mountain College de Carolina del Norte, donde el músico John Cage y el coreógrafo Merce Cunningham -entre otros- protagonizaron algunas de esas acciones que, más tarde, se llegarían a considerar como auténticos happenings.
Por cierto, un happening se diferencia de la performance en que carece de comienzo, ni medio, ni fin estructurados. Es una acción abierta y fluida. Una obra de arte improvisada. Sólo se da una vez y luego desaparece para siempre, siendo la más pura expresión del arte efímero.
Los happenings desencadenarían en las performances, que requieren la presencia tanto del artista como de espectadores para llevar a cabo sus obras (las principales corrientes: Fluxus, el Body Art, el Accionismo vienés…). Estas acciones necesitan por lo general accesorios y un guion más o menos preciso, aunque desde luego la improvisación es casi necesaria. No se deja todo al azar en una performance, pero el caos está ahí siempre a la vuelta de la esquina.
Tanto el happening (acontecimiento, suceso) como la performance necesita la participación de los «espectadores» (que dejan de ser sujetos pasivos). El público participa en la obra, y eso es bastante revolucionario.
Ahora la crítica…
Lo cierto es que la mayoría de acciones artísticas se disfrazan con argumentos para ocultar su vacío. Sin estos argumentos, jamás podrían ser vistas como arte. Y los argumentos débiles para cuestionamientos fáciles están a la orden del día.
Cada vez son obras más repetitivas, que a veces rozan el ridículo (sobre todo las más serias), investigan sobre obviedades y a menudo se llegan a conclusiones artificiales.
La mayoría de ellas no aportan nada, ni al arte, ni a la experiencia estética. Cada vez son más políticamente correctas, ya no provocan, que era el objetivo incial. Fue un movimiento que surgió para romper (como todos los movimientos del arte), y que no requería de comprensión, pero ha degenerado en obras que acumulan explicaciones y discursos vacíos.
En muchas vemos la multiplicación de propuestas en las que se evade la responsabilidad de hacer arte con oficio, sin mostrar talento o técnica.
Estamos, por así decirlo, ante un movimiento en decandencia. Pero el cuerpo sigue ahí. El cuerpo siempre ha sido para el arte una herramienta y objeto de estudio. Así que no perdamos la esperanza. La acción artística siempre seguirá ahí. Lo que hay que hacer es superar la mediocridad y llevarla a algo nuevo. Hacer que evolucione el arte.