Postmodernidad
1975
Moe: Es posmou.
Carl, Lenny y Homer: ¿…?
Moe: Posmouderno.
Carl, Lenny y Homer: ¿…?
Moe: Cosas raras porque sí.
Carl, Lenny y Homer: ¡Ah…!Moe Szyslak
Otra vez los Simpsons dan en la diana y definen a la perfección otro de los aspectos de nuestra sociedad. Por cierto, los Simpsons es algo bastante postmoderno…
Etimológicamente la postmodernidad (o postmodernismo) hace alusión al arte realizado después del modernismo, es decir, después de los años 60, contando el minimalismo como el último movimiento moderno.
Mientras la modernidad buscaba continuamente una forma universal de creación, los postmodernos no eran tan optimistas. Ya sabían de qué iba todo, estaban de vuelta de todo. Ya habían visto lo ocurrido con todos los movimientos anteriores, como caducaban. Ya habían visto fracasar a los grandes sistemas políticos e ideológicos. Habían visto como pasaban de moda y se marchitaban las grandes corrientes culturales.
El humano postmoderno se vuelve más individualista y menos idealista. Pasa de ideologías, el progreso ya no es un concepto a tener en cuenta. Sabe que al final ha triunfado el materialismo y el consumismo. Sabe que los medios mienten para que siga así. Sabe que somos una sociedad de masas formada por individuos ajenos a las preocupaciones y los problemas de la misma.
Es por ello que los postmodernistas no se mojan demasiado. Mientras que la modernidad tenía los límites muy precisos, la postmodernidad es difusa, borrosa. Carece de unos contornos definidos. Es ambigüa, es falsa, es viperina y venenosa. Parece trivial, tonta, pero en su conjunto no lo es…
La postmodernidad se caracteriza por su cinismo, en el sentido de no creer demasiado en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, y expresa esta actitud mediante la ironía y la burla. Los postmodernos suelen presentar una astuta insolencia y una evidente distancia cínica.
La postmodernidad se caracteriza por su relativismo. No existen las verdades absolutas. Todo es relativo, no existe una verdad universal ni objetiva. Y eso implica desde el arte y las ideas que se tenían de belleza, hasta la moral, pues ahora no hay bien o mal absolutos, sino dependientes de circunstancias concretas.
La postmodernidad se caracteriza por ser juguetona. Son muy graciosillos los artistas postmodernos y siempre que pueden sacan a relucir su espíritu lúdico. Siempre que pueden nos enseñan su ironía mordaz. El sarcasmo es una de las principales herramientas postmodernas y lo usan para estimular la admiración o la adversión del espectador, porque da igual lo uno que lo otro. Sabían que todas las principales corrientes artísticas habían sido vapuleadas al principio.
La postmodernidad se caracteriza por ser subversiva. Los postmodernos son tipos que se nutrieron de todo el arte anterior (o más bien de un «greatest hits» del arte anterior). Por ello su arte está repleto de referencias, no sólo al arte, sino a toda la cultura popular, que como ya demostró el Pop, era también digna de ser considerada arte. Todo lo anterior lo mastican, lo traga, lo digieren… y bueno, ya sabemos lo que pasa después… lo subvierten.
La postmodernidad es un collage de referencias. Y por supuesto, el espectador disfruta más del arte postmoderno si conoce las referencias. La postmodernidad recompensa el conocimiento. Recompensa que el espectador sepa deconstruir los elementos utilizados, sepa identificar sus fuentes… El artista postmoderno suele dejar pistas sobre sus referencias. Miguitas de pan. Un poco de trabajo para que el espectador no se duerma entre el sopor que puede llegar a ser el arte.
La postmodernidad implica la desaparición del objeto. Y la aparición del concepto. Esto lo emparenta directamente con el arte conceptual. Lo postmoderno suele ser un arte muy intelectual, aunque a veces nos haga reír, o produzca vergüenza ajena.
La postmodernidad se caracteriza por su superficialidad. Como no existe una respuesta única para nada (menos aún para el arte), todo merece consideración. Ya todo vale. Desaparece toda definición, y se funden significantes y significados. La superficie se convierte en lo único importante, aunque con ello se quiera dar un mensaje falso o contradictorio.
Evidentemente, a veces eso es precisamente lo que critica la postmodernidad.
La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir.
Zygmunt Bauman