Michael Jackson y Bubbles
¡Qué talento, madre mía...!
Una pieza en porcelana digna de un contenedor de descartes no aceptados en un sórdido bazar de todo a cien. Jeff Koons volvió a deslumbrar con su inventiva retratando al que por entonces era el rey del Pop, Michael Jackson, acompañado de su mono Bubbles y recostados sobre una manta de flores. El artista-bróker los pinta en tonos blancos y dorados haciendo sangrar las córneas de cualquiera con un mínimo de buen gusto.
Sin embargo eran los años 80. La cocaína corría a raudales e individuos como Harry Ellis (recordad: el imbécil cocainómano de La Jungla de Cristal) se agenciaban este tipo de esculturas para sus casas, llegando a pagar sumas de lo más absurdas.
Koons, como no, se metió el dinero en el bolsillo legitimando este artefacto al rellenar su vacío conceptual y estético con un torpe discurso que incluso hacía referencias a la escultura clásica (dijo que se había inspirado en la composición triangular de la Piedad de Miguel Ángel, que había una nueva mitología cultural, que Jackson era un nuevo santo…).
Y la verdad es que no se puede culpar al artista. De alguna manera consiguió introducir el souvenir de comunión más chabacano que podáis imaginar en la élite artística mundial.
Hoy Koons todavía es venerado. Inexplicablemente (o no), este tío-mierda vuelve a ser de vez en cuando «el artista vivo más cotizado». Personalmente encuentro esta obra, y toda su obra, como una apología de lo vulgar, lo banal, la horterada y la falta de originalidad. ¿Pero que voy a saber yo…? Si no aguanto a los cocainómanos y sus balbuceos.