La hermosa muerte
Irreverencia psicotrónica.
Clovis Trouille, uno de esos artistas marginales, ignotos, fascinantes, obscenos, inclasificables…
Excelente artista, bien formado en la academia a principios del siglo XX, pero «pasaba de todo». Pasaba de perspectiva, de técnicas, de perfección. De hecho, pasaba de vender cuadros. Pintaba por placer, cuando le apetecía, cuando salía de su trabajo decorando maniquís para las tiendas de moda de París.
Era libre e iconoclasta, buscando conscientemente el mal gusto. Fue el padre de la cultura trash, del arte kitsch, atacando casi siempre las instituciones —políticas, militares, artísticas, y muy especialmente el clero— con composiciones que se anticiparon décadas al Pop Art.
Rebuscando entre la basura del arte de masas consiguió unir escenas oníricas, psicotrónicas, casi siempre eróticas, cuando no directamente pornográficas.
Trouille compone narrativas como collages, tomando imágenes del burlesque, las pin-ups, el cine de monstruos de la Universal, el Marqués de Sade… Tiene obras realmente escandalosas (mención especial a esa monja practicándole una felación a Jesucristo), pero ya hablaremos de ellas en HA!, si nos deja la corrección política actual.
Hoy os traemos una escena más «tranquila», esta Hermosa Muerte, con una arquitectura teatral donde estas señoras aparecen en poses exageradas entre murciélagos, cervatillos y hojas otoñales cayendo. Una anti-vanitas que quizás viene a decir que la muerte da igual. En vida, importa más el carnaval de la belleza, por muy falsa que esta sea.