Clovis Trouille
Francia, 1889–1975
¿Era Clovis Trouille surrealista? No realmente. Pero su obra era tan deliciosamente obscena, irreverente y políticamente incorrecta, que André Breton y su séquito decidieron agenciárselo en un principio por sus narrativas oníricas y su uso iconoclasta de las imágenes. Pero Trouille era demasiado inclasificable para etiquetarse. Cierto es que roza el Surrealismo, pero también el Pop (treinta años antes del nacimiento de este movimiento), el dadaísmo, el Punk, y claramente es el germen de movimientos como el Lowbrow.
Trouille nació en Picardía, Francia, y de muy joven estudió en la École des Beaux-Arts de Amiens. Era un niño prodigio, una joven promesa. En 1907 su pintura La chica rubia recibió el primer premio de Bellas Artes de Amiens. Antes de la Primera Guerra Mundial trabajó en moda y publicidad, pero sus experiencias en el frente cambiaron su visión del mundo.
El enemigo era el ejército, el clero, el sistema… Se volvió anarquista. El sistema, por supuesto, también era el mundo del arte, por muy surrealista que fuera. Por eso expuso muy poco (consiguiendo muy pocas ventas) y solo pintaba en su tiempo libre, tras salir de currar restaurando y decorando maniquíes de las tiendas de París.
Su producción son apenas 100 cuadros, alguno reelaborados décadas después, lo que hace muy difícil fechar el arte de Trouille (y por supuesto lo hace misterioso y atractivo). Siempre pasó de técnica, perspectiva y demás chorradas. Él mismo decía que era «un Aduanero Rousseau con huevos».
El arte de Clovis Trouille es una mezcla de varios estilos. Muestra escenas, generalmente con un toque erótico, o directamente pornográfico, en las que satiriza a las instituciones que tanto odiaba, con especial inquina por el Clero. Curas cachondos, monjas follando y demás escenas mezclando sexo y religión son abundantes en su obra. Se ve que Trouille leyó al Marqués de Sade.
Es también frecuente el uso de imágenes de la cultura popular (años antes de que lo hicieran los artistas Pop): referencias Camp a películas de terror, las pin-ups o el burlesque. A veces parecen imágenes psicotrónicas de Disney. Escenas a veces compuestas de forma perfectamente estudiada, otras colocadas de manera aparentemente caótica para formar extraños y fascinantes collages de pinturas entre lo kitsch, lo naif y lo onírico.