Joseph Beuys
Alemania, 1921–1986
El arte como un acto iniciático, el artista como chamán, como en tiempos primitivos…
Héroe romántico, actualmente Joseph Beuys es una figura incuestionable, un santo para la artificial comunidad artística de occidente. Y como buen santo, cuenta con una hagiografía, mitad verdad, mitad leyenda:
Piloto nazi de la Lufwaffe, tuvo un accidente de avión, del que sobrevive gracias a los cuidados de unos tártaros nómadas que evitan su congelamiento cubriéndolo de grasa y fieltro. Desde entonces, esos serán materiales recurrentes en su obra. Una obra que mezcla escultura, instalación (conjunto de objetos conformando un espacio) y acción, en la que el proceso es quizás lo más interesante.
Para Beuys, la idea es más arte que el resultado. Como para Duchamp, para él el arte es un juego, pero también es la vida misma, la muerte, el cambio, lo efímero, lo inmortal, lo sencillo y lo complejo.
Beuys es desde luego, un artista complejo como complejos fueron los tiempos que vivió. Recordemos que Beuys fue uno de esos artistas que estructuraron el llamado arte conceptual, que más que belleza busca la especulación intelectual, aún a riesgo de poner patas arriba todo el concepto de arte.
Como su coetáneo Warhol, (aparentemente en las antípodas), Beuys cree firmemente que el artista debe mezclar vida y obra como una misma cosa. Ambos creadores contruyen una imagen de artista tan artificial como artificiosa, pero tan real por lo que tienen de acorde a su tiempo. Ambos rodeados de un séquito, como líderes de una secta, que derivó en todo el abanico de productos y subproductos que dominan el arte actual. Su «secta» fue de lo más atractiva, ya que afirmaba que «todo ser humano es un artista», y cada acción, una obra de arte.
En 1962 se mete en Fluxus, un grupo de anti-arte que acaba redefiniendo por completo al arte mismo. Entender al arte como proceso en flujo era su máxima y se convirtió en líder y guía espiritual del grupo, hasta que Fluxus se convirtió también en arte institucional y el siempre disidente Beuys siguió su camino, continuando la aleación de arte y vida: introdujo el arte en la política, en la educación, en la naturaleza, en la religión y en el propio arte.
Después de todo, si algo tiene el arte, es un tremendo potencial transformador.