El mural del Honor
Los grandes artistas de la historia reunidos en un mural.
Sin duda la obra magna de Paul Delaroche. La Escuela de Bellas Artes le encarga la decoración de su anfiteatro, con un mural de veintisiete metros de largo. En él están representados hasta setenta y cinco de los mejores artistas desde la Antigüedad.
Dividido en tres partes, el centro está dominado por Fidias, Ictino y Apeles, los tres artistas encargados de construir el Partenón de Atenas, sentados en tres tronos de mármol blanco. Junto a ellos, cuatro damas, alegorías del arte griego, romano, medieval y renacentista. Justo en el centro, el Arte reparte coronas de laurel a los grandes genios congregados en el mural.
A ambos lados charlan y discuten varias decenas de genios artísticos. Ludovic Vitet escribió que, entre ellos, no hay jerarquía de talentos ni distinción de país; el florentino se fusiona con el francés, el flamenco y el español con el veneciano.
Pintores como Murillo, Tiziano, Velázquez, Rubens, Caravaggio, van Dyck, Rembrandt, Rafael, Durero y da Vinci, y arquitectos como Brunelleschi, Ghiberti, Palladio, Mansart o Bramante. Curiosamente, los escultores escasean (Miguel Ángel o Pierre Puget, por ejemplo). Delaroche agrupó a los artistas como si realmente estuvieran conversando: los pintores buscan a otros pintores, los arquitectos discuten entre ellos, y lo mismo con los escultores.
Aunque uno habría esperado encontrar imágenes de la mitología grecolatina en el mural, tal vez una representación del Parnaso, Delaroche tomó en consideración el propósito al que estaba destinada la estancia donde ubicaría su pintura. El hemiciclo era el lugar de la Escuela donde se repartían los premios de Dibujo, Pintura, Escultura y Arquitectura, por lo que consideró que los grandes genios de estas disciplinas serían los perfectos testigos de ocasiones tan solemnes.