El pecado
Amaos los unos a los otros.
Heinrich Lossow viajó por Italia y Francia para indagar en el arte que más le gustaba: el rococó.
Ese libertinaje, esa gente retozando en parajes bucólicos, es amoralidad le atraían desde siempre, hasta el punto que Lossow aplicó todo su talento en esta temática y se convirtió en uno de los mayores pornógrafos de la historia del arte. Desde luego uno de los más conocidos del puritano siglo XIX. También trabajaba en otros temas, pero sin duda al arte erótico era a lo que consagraba sus ratos libres como se demuestra en ingentes cantidades de grabados eróticos e incluso un lúbrico abecedario con una tipografía formada por los miembros anatómicos que ya podéis imaginar.
Como erotómano consumado que era, Lossow se interesó por las mayores perversiones ocurridas en el pasado, y se llevaría una sorpresa al descubrir que donde más y mejor se pecaba era precisamente el lugar donde en principio no se debía hacerlo.
El pecado se basa en una de las legendarias orgías que se celebraron en el Vaticano en el siglo XVI durante los años del cardenal Cesare Borgia, hijo del Papa Alejandro VI llamada «el banquete de las castañas» donde se probó que que los miembros del clero no tenían nada que envidiar a cualquier emperador romano en cuanto a depravaciones.
Lossow opta por una escena más íntima, donde un cura y una monja practican en pleno templo —sin que se lo impida la celosía del confesionario— un acto carnal con postura a lo Titanic. Asumimos que bajo secreto de confesión.