El rapto de una sabina
Raptando nuestra admiración.
Se teoriza que Giambologna comenzó esta escultura como un reto personal.
En un principio, ni siquiera sabía qué personajes ni temática iba a representar, y fue al estar casi acabada cuando decidió que lo más adecuado para tal resultado era que se tratara de un rapto, concretamente el de una sabina.
Sea como fuere, creó una obra maestra. Este grupo escultórico es probablemente una de las obras más claramente manieristas que existen, y el movimiento y torsión de los cuerpos que genera resulta impresionante. De un sólo gran bloque de mármol pudo esculpir a estos tres personajes.
En la parte inferior, hay un hombre con el rostro de un anciano y una larga barba. Su cuerpo está contorsionado en una posición de derrota, medio agachado y superado por un hombre más joven que él, que se convierte en el dominante y vencedor de la escena. El mayor mira hacia arriba lamentándose de su mujer, o tal vez su hija, una de las muchas sabinas a las que los romanos toman a la fuerza.
En el centro, se encuentra la figura de un joven y fuerte romano, que es claramente aquel que sale victorioso de esta arrebatadora escena. No sólo se ha impuesto al anciano, con su cuerpo encima del suyo, sino que además aprisiona con fuerza a la sabina, impidiéndole escapar. Con un brazo le rodea la espalda, y su otra mano presiona su piel. ¿Os suena de algo? Sí, años después Bernini se inspirará en esto para su Rapto de Perséfone, con la mano del raptor apretando el cuerpo de mármol de la mujer cautiva, que se hunde ante su insistente contacto como si de verdadera carne se tratara.
Si algo expresa además de la impactante escena e instante del rapto, es la multiplicidad de puntos de vista, ofreciendo mucho más de aquello que vemos sólo de frente. La propia escultura te invita a rodearla y visualizarla pasmado, sorprendiendo un poco más a cada paso.