Esqueleto del pintor en su taller
Artista muerto.
En el estudio de James Ensor hay muchas, muchas calaveras por todas partes, incluida la del propio pintor, que se autorretrata a modo de esqueleto, con su uniforme de artista y todo, pincel en mano además (otros esqueletos sin manos, están pincel en boca). En el taller hay también muchísimas pinturas, y entre ellas podemos identificar la pequeña/gran Esqueletos disputándose un arenque, del propio Ensor, entre otros paisajes, naturalezas muertas, retratos y demás cuadros de género indefinido.
Ensor estaba en la cúspide de su carrera y se quiere retratar aquí como un mortal rodeado de sus mejores obras, quizás como una burla de sí mismo, pero sobre todo reflexionando sobre su fugacidad como ser humano y como artista.
Ensor había representado ya incontables esqueletos a lo largo de su carrera, y no es esta la primera vez que se identifica como uno de ellos. Ya fuera por su típico humor macabro o por un motivo a lo mejor más existencialista, Ensor y la muerte siempre fueron juntos.
No pueden faltar en el estudio de Ensor —por supuesto— algunas máscaras y chisteras por ahí tiradas por el suelo. Recordemos que su madre tenía una tienda de regalos y le quedaron grabados todos esos disfraces que aparecían en carnavales. Está claro que para este hombre la vida era un gran carnaval.