Fauno
Nijinsky on fire.
Léon Bakst fue un ruso que diseñó escenarios y vestuario para las compañías de ballet más importantes de la época (en este caso, Ballets Russes). Una de las principales obras que iba a estrenar la compañía el 29 de mayo de 1912 era La siesta de un fauno, inspirada en el poema de Stéphane Mallarmé con música de Claude Debussy. La estrella del ballet iba a ser nada menos que el mitológico Vaslav Nijinsky, que según los que saben de esto, fue —y es— el mejor bailarín de la historia.
Bakst creó un vestuario cómodo y elegante, a la vez que cargado de una importante carga sexual (mallas apretadas marcando sus atributos, cuernos, torso desnudo…) Nijinsky iba a hacer de fauno, interrumpido por siete ninfas que lo ponen todo loco. Mientras las ninfas huyen de los acercamientos lujuriosos del fauno, este consigue robar la bufanda a una de ellas y la convierte en un instrumento más de baile. Nijinsky hacía sus espectaculares piruetas circenses con la bufanda, transmitiendo —según crónicas de la época— una vívida sexualidad que electrizó al público.
Pero no sólo el vestuario fue un éxito… el dibujo de Léon Bakst se convirtió en un icono y tuvo múltiples reproducciones. Una composición en remolino para trasmitir lo que el bailarín era capaz de hacer danzando como un poseso con la bufanda de una de las ninfas, que convierte en su fetiche sexual. Gracias a la magia del ballet Nijinsky prácticamente se follaba a esa bufanda sobre el escenario.
Corría 1912, y la sociedad era todavía decadente y perfumada… perfecta para acudir a un ballet. Quedaba muy poco para la Primera Guerra Mundial, donde habría que dejar el ballet de lado unos añitos.