Figura acostada
Tirado en casa.
Francis Bacon comenzó a representar figuras acostadas en camas con su tríptico Tres estudios para una crucifixión (1962). Al principio los interiores donde habitaban estas figuras eran espacios oscuros y claustrofóbico, pero poco a poco Bacon limpia sus habitaciones, les da un poco de luz y las decora con mobiliario moderno de la época. Muebles pop en habitaciones color chicle (el propio artista empezó como decorador de muebles).
Eso no quiere decir que sus obras no sean verdaderas imágenes de terror y estos cuerpos humanos no dejen de sufrir y retorcerse por la simple tortura de existir y por estar condenados a una muerte tan inevitable como imprevista. Ese nihilismo de Bacon se transforma en algo muy físico, dándole a esas figuras humanas (por llamarles algo) una angustiosa vulnerabilidad y un aire inacabado tan típico del artista.
Eso de parecer que las obras no están acabadas se explica mejor en Bacon. Ateo como era (y aún así fascinado por papas y crucifixiones), el único «final» que reconocía Bacon era la muerte. Y quizás para él terminar un cuadro era algo así como morir. No en vano tantas de sus pinturas se llaman «Estudio para…».
Otro final era el que vivía cada noche. Homosexual y masoquista, todos los días al salir de su estudio se ahogaba en cerveza, cigarrillos y peleas en su pub habitual —The Colony Room—, y con estos excesos autodestructivos se plantaba la semilla para una nueva obra de arte al día siguiente, en la que expresaba el terror y el sinsentido de la tragedia de la existencia.