Tres estudios para autorretrato
Para Bacon, el concepto de belleza va estrechamente unido al de violencia y movimiento
Hasta la temprana juventud, Francis Bacon vivió en su residencia familiar de Dublín. El padre le imponía castigos físicos consciente de su condición de homosexual y era sodomizado por los criados de la familia. Esta serie de acontecimientos supondrá la ruptura de la relación padre e hijo y marcará la posterior evolución personal del artista (alcanzando al lenguaje de su obra, como observamos en Tres estudios para un autorretrato, 1976).
Su obra está marcada por el rechazo del academicismo técnico y la introspección hacia un arte coherente con sus principios estéticos. Al comienzo de su carrera, tras quedarse sin lienzos por su precaria situación económica, decide pintar el reverso de los que ya había utilizado. A partir de ese momento, descubre los potenciales que este hecho le aporta, consiguiendo que la pintura agarre con más solidez y dotando a la superficie de una aridez afín a su imaginario figurativo con fuerte carga expresionista.
En este tríptico, la pincelada de Bacon oscila entre el rostro dominado por la violencia del trazo y la paleta de colores (azul, rosa, marrón) aplicada al centro de cada composición. El artista se representa en los autorretratos dando prioridad a un triángulo facial: boca-nariz-ojos surcado por el movimiento, que otorga la visibilidad de una psique perturbada. Todo ello, converge en la cara del personaje captando la atención del que observa y haciéndolo partícipe de una anatomía que roza lo patológico dentro de cada lienzo.
Para Bacon, el concepto de belleza va estrechamente unido al de violencia y movimiento, como dejó constancia con sus propias palabras:
Acaso algún día logre capturar un instante en toda su belleza y toda su violencia.